Y ahí estaba él… alto, de ojos negros, con el pelo gris de quien ha crecido en poco tiempo, con la Kodak al hombro (o algún otro tipo de cámara), con la mirada segura, con las manos suaves, con la palabra a flor de piel.
También estuve yo… y recorrí con mis manos sus 190 cm, saboreé con mis labios sus palabras pétalos y esperé con el cuerpo mojado por esa cámara maravillosa que prometía todo tipo de imágenes.
Fueron 3 horas de historias contadas, de páginas leídas, de cuerpos mojados… 3 horas eternas en las que estábamos él, yo y la bendita cámara que documentó toda la historia.
Fuertes confesiones…. y las cámaras siempre allí, como imfames testigos de toda historia.
Ellas siempre ahí… pero ya lo dice un refrán: una imagen vale más que mil palabras.
Lo confirma un hombre que vive entre imágenes….
Poco convencional, sencillo, pero impactante, sí, sobre todo impactante, vales mucho niña.
Sigo por ahí en los pies, un rato.
Gracias miles señor D, esta vez a sus pies yo.
Que sugerente 🙂
esa era la idea 😉
coño no sabía que una cámara podía ser tan sexual para una mujer, jeje, fetichista, jejej
Ya te lo digo yo… las cámaras, el pelo largo y los periodistas 😉
wow! bien por ti.
a mi lo q más me gusto fueron los 190 cm…
Jajajaja, mala!!
Hay veces que uno quisiera ser muchas cosas. Otras, una simple camara….Saludos
jajajaj, pero La Kodak no una simple cámara…
Yo casi hubiera preferido haber comido más petisuis y no haberme quedao tan bajito maestro.
Jajajaja, pobrecito.